La tecnología al rescate de los idiomas amenazados

Allí donde la fotografía tenía un claro antecedente en la pintura o el dibujo, o mismo donde la palabra impresa contaba con la escritura a mano a modo de precursor, el registro de sonido en el disco de gramófono carecía de un medio de representación anterior, primitivo y en el cual el registro sonoro se basara para lograr el almacenamiento y la subsiguiente reproducción del medio audible. Si hubiera que encontrar a toda costa una forma primigenia de la reproducción del sonido, solo quedaría pensar en el fenómeno acústico que se produce cuando se produce una onda sonora y esta regresa a su emisor, denominado eco, como cuando alguien grita dentro de una caverna.

Sin embargo, el registro del sonido aportó una serie de novedades bastante revolucionarias. Por un lado, se trataba de la primera técnica capaz de registrar el tiempo. Hasta ese momento, los mecanismos de registro y reproducción se limitaban a captar la dimensión visual y textual de los contenidos, pero la irrupción del gramófono inaugura una saga de dispositivos capaces de procesar flujos continuos de información, lo que quedaría más cabalmente demostrado con la aparición del cine poco tiempo después.

Además, para el campo de la lingüística, constituía una herramienta muy novedosa en términos epistemológicos, dado que posibilitaba poner a resguardo la oralidad de una comunidad lingüística. Como es bien sabido, las comunidades lingüísticas se constituyen y se desarrollan hasta extinguirse. Se estima que hoy en día hay 2.400 lenguas en peligro de extinción y que 231 idiomas están totalmente extintos, como el egipcio clásico, el gótico o el copto. Siberia Oriental, el altiplano del noroeste del Pacífico en Norteamérica y el norte de Australia son zonas críticas en lo que a lenguas en peligro de extinción se refiere.

Así como la fotografía permitía registrar el aspecto visual de un ejemplar animal extinto, por ejemplo, la grabación del sonido permite dejar constancia para siempre de algo que hasta fines del siglo diecinueve era totalmente impensado. Y desde que los dispositivos de grabación empezaron a tener un tamaño y peso más transportables, los lingüistas y etnólogos comenzaron a llevar estos aparatos a cuestas a fin de dejar asentada la expresión sonora de las culturas que estudiaban.

El nushu, por ejemplo, era un idioma del sur de China que solo era hablado por mujeres, y que desapareció hace 10 años tras la muerte de la última anciana que lo hablaba, según anunció una nota oficial del gobierno chino. De no existir la posibilidad de grabar el sonido, muy difícilmente hoy podríamos saber cómo sonaba ese o cualquier otro de los idiomas que, se estima, desaparecen cada 14 días.