La crisis climática y la desaparición de las lenguas

No todos los problemas ligados a la crisis climática son visibles en Occidente y, por lo tanto, no se suele hablar de ellos. Esto es natural: ojos que no ven… Sin embargo, es importante tener en cuenta cómo la crisis afecta a otras regiones, donde el impacto es aún más inminente. Por ejemplo, hay lenguas minoritarias en todo el mundo que ya estaban en peligro de extinción antes de la crisis climática.

Una crisis creciente

Dada la tendencia actual, los lingüistas estiman que la mitad de las lenguas del mundo se extinguirán en los próximos cien años, y, con ellas, las culturas que representan. Las proyecciones menos optimistas dicen que se extinguirán el 90 % de ellas.

Desde 1950, la cantidad de lenguas únicas que se hablan en el mundo ha disminuido continuamente, y más de 50 % de las lenguas autóctonas de Estados Unidos y de Australia ya se habían extinguido antes de 1945. Actualmente, se hablan más de 7000 lenguas en el planeta, y alrededor de 2900 de ellas están en peligro de extinción.

Anastasia Riehl, la directora de la Strathy Language Unit de la Universidad Queen’s en Kingston (Ontario) señala que «los factores principales de esta tendencia son la globalización y las migraciones, ya que hay comunidades que migran hacia regiones donde su lengua o no se habla o no es valorada». También menciona que «la mayoría de las lenguas del mundo se hablan en regiones que son cada vez más inhóspitas para las personas».

«Cuando el cambio climático sucede, este irrumpe aún más en las comunidades», dice, para señalar cómo las pequeñas comunidades, muchas de las cuales viven en islas y en zonas costeras, son vulnerables a los huracanes y al alza del nivel del mar, mientras que otras viven en tierras donde el aumento de la temperatura amenaza la pesca y la agricultura tradicionales. Cuando las crisis suceden, estas comunidades se mudan a lugares donde su lengua no es valorada y, por eso, decae. El cambio climático es lo que Riehl llama «efecto multiplicador», algo que supone el fin para miles de lenguas.

Un ejemplo que da es el de Vanuatu. Vanuatu es una isla en el pacífico sur que mide 12 189 kilómetros cuadrados y alberga 110 lenguas, una lengua distinta para cada 111 kilómetros cuadrados. Se trata de la mayor densidad de lenguas del planeta. Y, casualmente, este es «uno de los países que más riesgo tiene de sufrir el alza del nivel del mar».

La lengua de la sanación

Es importante preservar estas lenguas no solo para mantener alguna idea de la riqueza de pensamiento y experiencias humanas, pero también para preservar el bienestar de los miembros de estas comunidades lingüísticas.

Hay estudios que demuestran que la desaparición de las lenguas autóctonas está relacionada con problemas de salud mental y vice versa. Uno demostró que los jóvenes de comunidades indígenas en Estados Unidos que hablan lenguas autóctonas están menos expuestos a situaciones de violencia y al abuso de sustancias que sus pares. Otro estudio de lenguas autóctonas de Columbia Británica demostró una baja del 50 % en suicidios juveniles.

La recuperación de las lenguas ayuda a mejorar el sentido de pertenencia e identidad cultural y fortalece la cohesión y el bien estar comunitarios, mientras que no recuperarlas hace que las personas indígenas no puedan preservar su identidad cultural. Y así las lenguas y culturas autóctonas pueden ser suplantadas por la identidad cultural y lingüística dominante en el país. Por esta razón hace falta crear registros fonográficos de las lenguas autóctonas, para documentar, restaurar, promover y educar.

Trabajos de restauración

En diciembre de 2022, la ONU inauguró el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas como respuesta a esta crisis. Csaba Kőrösi, presidente de la Asamblea General de la ONU instó a distintos países a impartir la educación en lenguas autóctonas y declaró que preservar las lenguas de las comunidades indígenas era «no solo importante para ellos, sino para toda la humanidad».

«Con cada lengua indígena extinta, desaparecen el pensamiento, la cultura, la tradición y el conocimiento que esta lleva consigo», dijo. Esta retórica parece secundar lo que había dicho Ken Hale, un lingüista y activista estadounidense que comparó perder una lengua con «soltar una bomba sobre el Louvre».

Algunos países han adoptado estas medidas. Nueva Zelanda es uno de estos, como explica Oriini Kaipara, periodista e intérprete de lengua maorí: «Mi generación tuvo la buena fortuna de criarse en un ambiente de inmersión total». Pero también reconoce que la pérdida lingüística sigue siendo una amenaza. «Aquellas generaciones, que eran hablantes nativos, mantuvieron las costumbres, la comprensión, el conocimiento indígena que heredaron de sus padres». «Esto se ha perdido».

También habla de la «forma única» que tienen los maoríes para conectar con el medioambiente que se expresa en su lengua. Por ejemplo, entre las palabras maoríes que no tienen traducción en inglés, existe matemateāone, que habla de «una añoranza emocional, espiritual y física por la Tierra». «En su esencia, quiere decir que pertenezco», dijo. «Mi lengua es la puerta de entrada hacia mi mundo», como también lo es para muchas comunidades indígenas. También es algo que podría decirse de las lenguas en general.

Mientras que Trusted Translations no está directamente implicada en labores para mitigar el cambio climático o para preservar lenguas minoritarias, como agencia de traducción, tiene una conexión profunda con la comunidad lingüística global. Por eso, sus equipos pueden ofrecer herramientas como la localización, que pueden ayudar a acercar comunidades en riesgo al mundo en general, sin poner en peligro la integridad de su herencia lingüística.

Foto de Callum Parker en Unsplash